HACEDOR DE PAN

Amasa el pan
como el pelaje de un animal
abraza la sombra de la luna
sobre el asfalto.
Sabe que cada trozo
llenará los vacíos
que golpean los hombros
y absorben apenas del aire
lo que queda al llegar la noche.

Reparte el sonido que resquebraja la corteza
como cuando la tierra se rompe en pedazos
y queda el silencio de las fracturas.
Agarra mi mano,
no sabe adónde vamos,
pero al viento le será difícil
llevarse por delante
dos cuerpos unidos
por los extremos de una madeja.

Amasa el pan
como alumbra el fuego los perfiles del rostro,
atendiendo la presencia de pupilas
que permanecen alerta
a las temblorosas cifras de alambres
antes de quedarse ciegas.

Agita el agua sobre la harina
como la lluvia atraviesa el monte.
Remueve la mezcla hasta desaparecer el grano.
Todo queda envuelto en una masa dura y persistente,
no hay hueco que deje camino a la bala,
no hay grieta que responda a palabras
trazadas con el surco de la muerte.

Amasa el pan
como las nubes rozan la espalda de las montañas,
sin decir su procedencia,
dejando el corazón sobre la tierra,
regando las flores arrancadas que áun respiran.

Mano sobre mano,
amasa el pan
y todo, todo,
queda envuelto en una masa dura y persistente
a salvo de las piedras que nos lanzan
quiénes saben que compartir la hogaza
da comienzo a una nueva semilla.